miércoles, 1 de enero de 2014

La dama de las camelias



Nunca imaginó el español Sebastián Iradier al componer La Paloma, que Cuba -entonces parte de España en ultramar-, dos siglos después, sería solamente una amalgama de edificios en ruinas y vidas resignadas que pasean entre escombros de un Régimen incapaz de dar prosperidad a un pueblo que pudo serlo y que, de forma intermitente, lo fue -en su pasado- durante etapas concretas del siglo XIX y como consecuencia de las Guerras Mundiales, a principios del siglo XX.


Codiciada por ingleses y estadounidenses a lo largo de su historia, fue zarandeada; ningún presidente tras su independencia logró la estabilidad social; y víctima de la corrupción, en tiempos de Batista, se dejó vencer, muriendo -cansada y traicionada, como la dama de las camelias- en un régimen totalitario -el de Fidel Castro-, perdiendo su libertad; sujeta a expropiaciones y nacionalizaciones; y a merced de una terrible "Comisión Depuradora", que, de haber existido en el momento del asalto al Cuartel Moncada, Castro, habría corrido peor suerte. Fue encarcelado y liberado veintidós meses después, durante la amnistía de 1955; pudo así llevar a cabo la Revolución Cubana.


Resulta inquietante ver como todos los pueblos vapuleados por la corrupción o la inoperancia de sus dirigentes, y cuyos habitantes se encuentran en permanente lucha entre sí, agotados, se ven abocados a regímenes extremos bajo el influjo de palabras, en su inicio, que prometen lo idílico; pero que, posteriormente, los mantienen en silencio obligado durante décadas. "La tiranía ha sido derrocada", dijo Fidel el 8 de enero de 1959, tras su llegada a la Habana. Afirmación paradójica, sin duda, a tenor de los postreros acontecimientos.


"El género humano, de vacaciones, se pasea por la calle, libre de sus pedagogos, vuelto momentáneamente al estado de naturaleza y sin sentir la necesidad del freno social hasta que sufre el yugo de los nuevos tiranos engendrados por su licencia", escribió Chateaubriand con motivo de la euforia de la sociedad al comienzo de la Revolución Francesa. Él también tuvo que sufrir el exilio. Napoleón antepuso su vanidad. Pero, afortunadamente -como ya advirtiera Galdós en su tiempo-, "así como de la noche sale el claro día, de la opresión nace la libertad". La historia tiende a repetirse, con actores, lugares y tiempos distintos. "Felices los ingenios pasados, que hurtaron a los futuros, la gloria de lo que habían de inventar" -decía Saavedra Fajardo  a propósito de su príncipe cristiano-. ¿Sería posible una "Transición" en Cuba?Solo el futuro conoce la respuesta.


Algunos cubanos -privados de su patria, expoliados y considerados traidores- ya descansan lejos de la tierra de sus padres, la que les vió nacer, y a la que nunca pudieron volver; otros -los más jóvenes-, mirando al futuro con gran inquietud, piensan en la letra del tango de Le Pera: "no sé si al contemplarte, al regresar, sabré reír o llorar".



A. Valois.